Tal vez él salga de su casa, coloque su disco favorito y tome la autopista interestatal. Son las 1:39 de la mañana y no hay un lugar a dónde ir ni nada que hacer; ni siquiera hay una razón para detenerse. Los policías se juntan en las sombras de la vía libre para capturar infractores de velocidad, así que él conduce por la ciudad al límite de 16km/h y no se preocupa por mirar a través de los retrovisores. Toma las curvas con decisión. Las ventanas están abiertas, el viento sostiene un fuerte aroma a tierra mojada y las calles están cubiertas por el rocío del verano desde hace una hora. El constante golpeteo en su dormitorio complementó a la perfección el efecto del insomnio, lo mantuvo despierto toda la noche y por eso empezó a pensar. Luchó tanto como pudo, pero una vez que los recuerdos dolorosos se astillaban en su mente, debía considerarse un hombre vencido. Salir en el auto aún es la única manera que conoce para deshacerse del nudo en su garganta. El dolor se había vuelto algo normal, pero eso no quería decir que doliera menos.
Él estaba solo, y lo sabía.
Ella desliza el portón del patio tan silenciosamente como le es posible, camina por el suelo húmedo hasta su coche (estacionado muy cerca, demasiado cerca de la acera) y pierde en la noche casi sin darse cuenta. Quita el techo corredizo y deja que el viento azote sus cabellos mientras los faros perforan huecos en medio de la profunda oscuridad. Ella será la primera en admitir que algunas noches son peores que otras, pero en noches como esta, respirar se hace difícil. No es que sienta que el pasado la ha destruido, ella tuvo el corazón roto desde un principio, y eso es un hecho, pero ha pasado el tiempo suficiente para que empiece a sanar, y ya es capaz de respirar con más facilidad. Desafortunadamente, ciertos recuerdos son como gigantescas olas de dolor, y una vez que el pensamiento adecuado la golpeó, comienza a desplomarse como en una avalancha de nieve. Los recuerdos amargos se acercan con demasiada rapidez, ella empieza a ahogarse y no importa cuánto pataleé ni cuánto luche, todo le recuerda a cómo solían ser las cosas... o mejor dicho, a la amarga manera en que llegaron a su fin. Es viernes por la mañana y ninguna de sus amigas debería estar despierta a las 6:30AM, así que no hay nadie a quien llamar, y es muy posible que ningún mensaje de texto sea respondido hasta después del almuerzo. Pero eso está bien, en realidad no siente deseos de hablar. Sólo necesita conducir.
Esas personas son extraños. Nunca se han visto antes. No tienen ni idea de que el otro existe.
Quizás él viva en un pequeño poblado a una hora hacia el sur de la ciudad, y cada vez que siente eso, se va al norte. Algo en el horizonte enmarcado dentro de su sucio parabrisas es reconfortante para él. Eso le da un punto fácil al cual dirigirse, o al menos algo que pensar, cualquier cosa que permita mantener alejada su mente de territorios indeseados. La oscuridad se siente bien. El frío aire de la noche se filtra a través de las ventanas y lo hace temblar, pero no lo suficiente como para hacerlo regresar. La luz de la ocasional pareja de faros en la cima de la montaña se vuelve un flujo irregular mientras el campo se transforma lentamente en los suburbios de la ciudad. Toma una salida y se dirige hacia el oeste.
Quizás ella viva sola en un acogedor departamento, unos kilómetros al este de la ciudad, y cada vez que se siente así, toma un camino a través de un lugar que sólo ella conoce. No es un lugar del todo secreto, ya que es un pequeño y lindo parque a un lado del lago, con algunos bancos para picnic, columpios para niños, y una playa de arena. Ella ya ha estado allí muchas veces antes, y conduce a casa sintiéndose decidida a seguir avanzado. Cuando las cosas van mal, columpiarse es su remedio. Ella todavía es como una niña pequeña, y se columpia durante horas para dejar de sentirse sola. Al columpiarse todo se siente bien, o al menos eso parece, ya que tiene la ilusión de que los problemas se resuelven ellos mismos cuando pasa horas columpiándose. Sabe que esta noche necesitará columpiarse más tiempo del usual, así que estaciona el coche lejos de las farolas de la calle y camina por el estacionamiento aún caliente por el Sol de la tarde.
Quizás las fachadas de los edificios dando vueltas, subiendo y bajando, serpenteando a través de la colina, eventualmente lo llevan a la frontera suburbana, a un umbral donde el mar de casas residenciales se convierte en un bosque puro. Él ha cambiado la música y mirado su teléfono, podría haberse perdido la señal que indicaba el camino a un parque a la orilla del lago, a unos tres kilómetros más adelante.
Quizás el parque está demasiado oscuro, a penas iluminado por una sola farola de jardín rodeada por una nube de insectos. Ella siente el frío mientras camina por el sendero de concreto hacia los columpios, y sonríe ante la repentina sensación de la arena entre sus dedos. Es una noche con muchas brizas, y eso le encanta, porque hace suficiente frío como para que el hecho de haber llevado su chaqueta la ponga feliz. Algunas ondas de agua dulce ruedan hasta la playa mientras empapan la arena. Ella deja que el viento cepille su cabello alrededor de su cuello mientras sus ojos se levantan lentamente hacia la oscuridad. Se sienta en un columpio levanta las piernas. El dosel de estrellas titila sobre su cabeza.
Quizás la luz de sus faros atraviesa todo el estacionamiento, pero el auto queda estacionado todo el tiempo oculto en las sombras. Él simplemente se sienta y cierra los ojos por un momento, escuchando el ruido del motor y el bramido del viento entre las elevadas hojas. No tiene ni idea de dónde está o por qué terminó ahí, sólo se detuvo ahí porque sintió deseos de hacerlo. El sonido del agua en algún lugar de la oscuridad alcanza sus oídos.
Quizás ella esté completamente perdida en la belleza de los sueños, maravillándose, asombrándose, llenándose con el aroma del bosque, del lago, y de las recientes lluvias, simplemente columpiándose, enviando lejos sus problemas. Quizás ella nunca lo escuchó acercarse; después de todo, él también se descalzó los pies. Él se bajó de la acera y se paró en la arena, mientras las llaves del coche se deslizaban por su mano. Quizás ese repentino tintineo rompe el pacífico silencio y ella no puede evitar agitarse al ser arrancada de su ensoñación.
Quizás su agitación lo sobresalta, y se da la vuelta para mirar a una chica bonita sentada sobre el columpio, que le devuelve la mirada tan sorprendida como él.
"Oh, lo siento", balbucea él. "No sabía que había alguien aquí."
Quizá se miran el uno al otro a través de la oscuridad, sin saber qué decir.
"Oh, está bien", responde ella finalmente."Esta playa no me pertenece sólo a mí."
Quizás él piensa que debería empezar las cosas con el pie derecho, y al menos decir "hola". Ellos intercambian un saludo tímido y una sonrisa nerviosa. Él se disculpa por haberle causado molestias y se da la vuelta para regresar al estacionamiento, pero ella lo detiene. Él es honesto con ella, y empieza a contarle que no tiene ni idea de qué hace allí, que sólo salió de su casa en el auto y luego de conducir por horas terminó ahí. Entonces, ella le cuenta que si existiese un lugar perfecto al cual escapar, sería este. Él echa un vistazo a su alrededor y no puede evitar estar de acuerdo con ella.
Quizás él no puede decir "buenas noches" amablemente y marcharse; quizás ella no puede ayudarlo, pero el punto obvio es que a su lado hay un columpio vacío.
Quizás los dos empiezan a columpiarse, y lo siguen haciendo por horas. Quién sabe de qué hablaron, o qué pensó cada uno secretamente.
Quizás ninguno de los dos pueden encontrar las palabras correctas para explicarlo, pero de alguna manera, a causa de un proceso inexplicable, las viejas heridas empiezan a sanar. Quizás algo sucede, quizás la seguridad se siente, quizás la vulnerabilidad hace una aparición repentina, y de esa manera nace una avalancha de sinceridad, honestidad, amabilidad, compasión, empatía, comprensión y calidez. Quizás el dolor es algo pasado para ambos, porque milagrosamente empiezan a parpadear y a relajarse.
Quizás sienten una conexión entre ambos, y no sólo es algo completamente incomprensible, también es absolutamente hermoso.
A veces pienso en cosas como esta, que realmente suceden: dos personas se conocen de esta manera y en escenarios que en verdad son como este, y terminan con un final feliz. Pero sólo soy un pensador soñador, ¿qué se acerca del romance? No deseo verme envuelto en escenas como las que imagino, tal vez no estoy preparado para algo tan cinematográfico, pero a pesar de eso, sería un mentiroso si dijera que nunca me he imaginado en ellas.
¿Qué pasa si este tipo de cosas realmente suceden? Tal vez suceden todo el tiempo. O quizás momentos como este NUNCA ocurren, y sólo es un sueño que se estira tanto a sí mismo que se transforma en un cliché y debe ser considerado como una ridiculez.
¿Pueden dos personas, tristes por las mismas razones, conocerse al azar, por accidente, a las 2AM, y ambas tener la innata sensación de que han encontrado lo que estaba buscando? Tal vez ni siquiera están buscando algo, tal vez sólo están intentando mantenerse lo más alejados posible de un enamoramiento, a causa de los dolores pasados y las malas experiencias que tuvieron. No importa quiénes son estos románticos sin esperanza o de dónde vienen, el punto es que se conocieron, y de repente aquel dolor que siempre sentían respecto a relaciones en las que naufragaron desapareció. El viejo sufrimiento se desvaneció. El uno fue hecho para el otro, y lo saben.
Supongo que todo el asunto se reduce a si crees o no en el amor, la suerte, los accidentes o los milagros, pero con todas esas cosas de lado, ¿qué sucedería si uno de los dos personajes de esta historia fueras tú? ¿Si sufrieras más dolor del que puedes soportar, y de repente conoces al amor de tu vida? ¿No tienes que pensarlo dos veces?
Seguro lo sabrías.
Se trata de un sueño milenario, y aunque también es improbable, yo seré el primero en admitir que me gusta pensar que estas historias no son tan imposibles.
Este mundo es una locura, ¿así que por qué no podría ser real un escenario tan loco como ese? Esos dos personajes también podrían estar locos... Meses y años después de aquella repentina noche en la playa, los flashes se encienden frente a ellos y se miran el uno al otro, vestidos elegantemente, escuchando menos de la mitad de las palabras que pronuncia un pastor. La iglesia está llena.
Tal vez todo es demasiado loco, y ella lo mira desde detrás de su velo, parpadeando para contener las lágrimas... Y él no puede evitar sonreír, mientras ella le susurra desde sus labios:
"Te pertenezco desde el hola"
Mientras más pienso en esto, más seguro estoy de que cosas así ocurren todo el tiempo, sin que tú ni yo lo sepamos...
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Publicado por Adam Young, en su blog oficial.
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